miércoles, 23 de septiembre de 2015

La tarea de la satisfacción.

Muchas personas hablan de la importancia del pensamiento positivo, pero a veces, en el día a día, y con el ajetreo típico se nos hace difícil conducir nuestra atención en las cosas positivas y acabamos centrándonos mucho más en lo negativo. Hoy os propongo una tarea muy sencilla, que podéis hacer hacia el final del día, cuando el ritmo es más pausado y que no os llevará mucho tiempo. Si la practicáis con constancia, facilitará mucho que poco a poco vuestro pensamiento sea cada vez más positivo y os podáis sentir más satisfechos, felices y agradecidos con la vida.

Esta es una tarea de Luc Isebaert extraída del libro 200 tareas en Terapia Breve de Mark Beyebach y Marga Herrero. Consiste en contestarse a uno mismo cada día, antes de dormir, estas tres preguntas:

1.- ¿Qué pequeña cosa he hecho hoy de la que estoy satisfecho?

2.- ¿Qué pequeña cosa ha hecho hoy alguien conmigo/por mí de la que estoy satisfecho o agradecido? ¿De qué forma mi respuesta ante eso hace más probable que se repita en el futuro?

3.- ¿Qué otra pequeña cosa he hecho hoy de la que estoy satisfecho?

No se trata de decir grandes cosas, es suficiente con detectar pequeños momentos de satisfacción durante el día.  Por el efecto que esto tiene sobre nuestro estado de ánimo, vale la pena que durante algunos días hagáis la prueba.




Con esta técnica conseguiremos focalizar nuestra atención en las cosas positivas que nos han pasado durante el día y esto se verá reflejado en cómo nos sentimos. Además, nos daremos cuenta de qué cosas son las que facilitan que se repita esta sensación de satisfacción vital. 

Anaïs Cerrillo. 

domingo, 20 de septiembre de 2015

La zanahoria, el huevo y el café.


Hago mi primera intervención en este blog, compartiendo con vosotros el siguiente cuento, de autor desconocido, que me sirvió como despedida para cerrar un proceso terapéutico. Tuve la suerte de poder felicitar a mi paciente por ser “café”. Seguid leyendo y sabréis porqué…

EL CUENTO DE LA ZANAHORIA, EL HUEVO Y EL CAFÉ

Una hija se quejaba a su padre acerca de su vida y de cómo las cosas le resultaban tan difíciles. No sabía cómo hacer para seguir adelante y creía que se daría por vencida. Estaba cansada de luchar. Parecía que cuando solucionaba un problema, aparecía otro. Su padre, un chef de cocina, la llevó a su lugar de trabajo. Allí llenó tres ollas con agua y las colocó sobre fuego fuerte. Pronto el agua de las tres ollas estaba hirviendo. En una colocó zanahorias, en otra colocó huevos y en la última colocó granos de café. Las dejó hervir sin decir palabra. La hija esperó impacientemente, preguntándose qué estaría haciendo su padre. A los veinte minutos el padre apagó el fuego. Sacó las zanahorias y las colocó en un tazón. Sacó los huevos y los colocó en otro plato. Finalmente, coló el café y lo puso en un tercer recipiente. Mirando a su hija le dijo: “Querida, ¿qué ves?”

-“Zanahorias, huevos y café” fue su respuesta. La hizo acercarse y le pidió que tocara las zanahorias. Ella lo hizo y notó que estaban blandas. Luego le pidió que tomara un huevo y lo rompiera. Le sacó la cáscara y observó el huevo duro. Luego le pidió que probara el café. Ella sonrió mientras disfrutaba de su rico aroma. Humildemente la hija preguntó: “¿Qué significa esto, padre?”

Él le explicó que los tres elementos habían enfrentado la misma adversidad: agua hirviendo, pero habían reaccionado en forma diferente.

La zanahoria llegó al agua fuerte, dura; pero después de pasar por el agua hirviendo se había vuelto débil, fácil de deshacer.

El huevo había llegado al agua frágil, su cáscara fina protegía su interior líquido; pero después de estar en agua hirviendo, su interior se había endurecido.

Los granos de café sin embargo eran únicos; después de estar en agua hirviendo, habían cambiado al agua. 

“¿Cuál eres tú?”, le preguntó a su hija. “Cuando la adversidad llama a tu puerta, ¿cómo respondes? ¿Eres una zanahoria que parece fuerte pero que cuando la adversidad y el dolor te tocan, te vuelves débil y pierdes tu fortaleza? ¿Eres un huevo que poseías un espíritu fluido pero después de una muerte, una separación, o un despido te has vuelto duro y rígido? Por fuera te ves igual, pero ¿eres amargado y áspero, con un espíritu y un corazón endurecido? ¿O eres como un grano de café? El café cambia al agua hirviente, el elemento que le causa dolor. Cuando el agua llega al punto de ebullición el café alcanza su mejor sabor. Si eres como el grano de café, cuando las cosas se ponen peor tú reaccionas mejor y haces que las cosas a tu alrededor mejoren.

Y tú, ¿cuál de los tres eres?


Este cuento nos hace reflexionar sobre cómo afrontamos las adversidades de la vida. Hay algunas circunstancias que no podemos elegir y la forma de cómo lo vivimos depende de cómo lo interpretemos y lleguemos a afrontar la situación. Claro está que hay muchas formas de afrontar una misma situación. Está en nuestras manos intentar escoger aquella que nos permita obtener mayor bienestar. Nos podemos acercar a este objetivo intentando ver las adversidades como oportunidades para crecer, para aprender, para mejorar y para sentir, en definitiva, mayor bienestar.

Maria Fabregat. 

viernes, 11 de septiembre de 2015

La cajita de los miedos


Hace algún tiempo una compañera compartió conmigo esta técnica que usaba con los niños con los que trabajaba. Me pareció una técnica muy interesante y le pedí permiso para compartirla ya que creo que puede interesaros a vosotros también.


Se trata de una técnica de educación emocional que ayuda a conocer los propios miedos, ponerles nombre y por tanto hacerlos más manejables, y compartirlos; y por tanto tener la oportunidad de que otras personas nos ayuden a verlos de maneras diferentes.

Esta es una actividad fantástica para trabajar en infantil (aunque con las variaciones oportunas se podría trabajar con cualquier edad).


Primero decoramos entre todos una caja con material reciclado, cartulinas, colores, etc. Después, pedimos a los niños que nos cuenten a qué cosas tienen miedo (puede ser al médico, a la oscuridad, a las arañas...). Cuando todos hayan hablado les decimos que dibujen o escriban esas cosas que les dan miedo en un papel. Después, el papel lo vamos a guardar en nuestra Cajita de los Miedos y allí se va a quedar. Puede ocurrir que alguna vez el miedo se escape de la cajita. En ese caso habrá que volver a meterlo. O también puede pasar que aparezcan nuevos miedos. Pero entonces ya sabremos que podemos dibujarlos y guardarlos en la caja y así los miedos se quedarán allí guardados y no nos molestarán más.




Aparte de esta idea, que es genial, yo añadiría un paso más: después de haber metido todos los niños sus miedos, cada niño sacará un miedo al azar (que no sea el suyo) y en grupos de 4 o 5 pensarán que cosas pueden hacer para que eso no les de miedo y luego se lo explicarán a toda la clase; así a parte de trabajar con los miedos y exteriorizarlos les permites obtener recursos para hacerles frente cuando vengan (si es que salen de la cajita!!) además aumentará la autoestima de los niños al sentir que ayudan a otros niños a manejar sus miedos; esto les hará a la vez sentirse más capaces ellos mismos de manejar los propios. (Una adaptación para trabajarlo en casa sería comentarlos todos juntos, siempre fomentando la intervención activa de los más pequeños y teniendo en cuenta sus ideas y por supuesto sin ridiculizarlas!)



Espero que esta técnica os sirva y os guste.